Derrotado por Dios
mustang (orig. musteño: caballo medio-salvaje de las llanuras del suroeste de Norteamérica, descendiente del caballo utilizado por los conquistadores durante el siglo XVI; fig. indomado, indomable, “free spirit”)
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C.S. Lewis hizo la observación que “cada historia de conversión, es una historia de derrota”: en su caso personal, así fue; de hecho, la observación que hizo fue en el caso de Joy Davidman, que después llegaría a ser su esposa.
Agustín de Hipona, en el siglo IV, se expresó en su Confesiones así: “Nos hiciste para Ti, y sin reposo está nuestro corazón hasta que repose en Ti.”
Un poeta inglés registró su conversión, con toda la tortuosa persecución divina antes de ser—por fin, en derrota total—cautivado por Dios, en El Lebrel del Cielo (Hound of Heaven). Ya en el siglo veinte un grupo de rock cristiano alternativo, Daniel Amos, usaría el poema para una de sus canciones; también el artista cristiano Michael Card basó una canción en Hound of Heaven. (Puedes leer El Lebrel del Cielo aquí. Vale la pena.)
Algo que aparece en los relatos de conversión—algo casi universal—es el proceso de darse cuenta de Dios, por darse cuenta primero…de lo que no es Dios. Ese proceso, largo o corto, ya después se resume como una persecución, hasta rendirse al final. Otro aspecto casi universal es que al inicio, al revelarse Dios de alguna manera, es rechazado: y a partir de ese rechazo, comienza la huída y la persecución…
A Saulo de Tarso (el apóstol Pablo) le sucedió de esta manera:
“Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor…yendo por el camino…repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:1-6)
Qué ironía que mientras Saulo creía que perseguía, era el perseguido.
Veo que hay varios puntos que Dios tiene que aclarar con nosotros para que la conquista sea total: y para que nosotros así lo deseemos:
Primero, que él ya se fijó en mí, que en particular me escogió para sí mismo. Segundo, que mi huída es lo que arranca la persecución. Tercero, que aunque puedo correr, no puedo escaparme. Y cuarto, que cautivado, soy libre por fin; y derrotado, encuentro perdón. En estos puntos Dios se descubre a nosotros: y nosotros al rendirnos, nos descubrimos a él. Pensándolo así, resulta ser el romance más espectacular y espléndido.
Jim Elliott, misionero y mártir en Ecuador a la edad de 28 años, escribió esto: “No se puede entregar una vida en un instante. Lo que dura toda una vida sólo podrá entregarse en la duración de una vida.” Las dos preguntas de Saulo: Señor, ¿quién eres? y “¿Qué quieres que yo haga?” no se podían contestar, sino a través de toda una vida. De la misma manera, el que Saulo se rindiera a Jesús, no se podía hacer sólo en un instante, sino a través de toda una vida.
Así, seleccionados por Dios, perseguidos y agotados, al fin derrotados por su amor, nos rendimos, y descubrimos que aquello de que nos huíamos era realmente lo que más habíamos anhelado.
“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” – Saulo de Tarso