¿Así que eres profeta?
Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?”
He estado tratando de ubicarme en la cuestión de lo que alguien ha llamado el “síndrome de profeta”. Es probable que ya conozcas a alguien con el síndrome. Una persona que tiene el síndrome de profeta se caracteriza por siempre decir en la forma más directa (para tu bien, por supuesto) aquella verdad que—al parecer—o ignoras o resistes. El enojo que demuestra es sencillamente “ira santa” o “celo de Dios”. El sarcasmo es el filo de su espada, y maneja su arma, de ser posible, en público.
Todo esto empezó recientemente a causa de estar estudiando y predicando en Esdras y Nehemías los miércoles en Semilla Cuernavaca. En Nehemías 13:23-28, leo acerca de cómo Nehemías “exhortó” a aquellos que habían tomado mujeres paganas: “…reñí con ellos, y los maldije, y herí a algunos de ellos, y les arranqué los cabellos…y uno de los hijos de Joiada hijo del sumo sacerdote Eliasib era yerno de Sanbalat horonita; por tanto, lo ahuyenté de mí.”
Hmm. También leo de Moisés, de Gedeón, de Elías, de Pablo: ¿cómo hay que ver lo que en ocasiones ellos hicieron? Por favor, no me digas: “Es que lo hicieron con amor”. ¿Elías dijo—en amor—a los israelitas que degollaran a los profetas de Baal? ¿Gedeón castigó a los líderes de Sucot con espinos y abrojos en amor?
Veo—al menos en mí lo veo—que es demasiado fácil señalar a estos hombres como ejemplos. Y empieza a crecer, muy dentro de mí, una sospecha de que estoy en peligro de caer en el síndrome de profeta. ¿Qué hacer?
Bien: ahí te va lo que he podido entender hasta hoy:
Primero, el que profetiza habla de parte de Dios a los hombres para edificación, exhortación (paraklesis = estar al lado de alguien para mostrarle qué hacer) y consolación (2ª Cor.14:3). Me estoy atorando en el cuadro de Elías… ¿O será que éstos eran del Antiguo Testamento, y que era permitido “perder los estribos”?
Pedro nos dice, “…porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” (2ª Pedro 1:21) Entonces, ¿estos profetas fueron movidos por Dios, o estamos viendo un “diva moment”?
Leo en Marcos 3, cómo Jesús se enojó con los de la sinagoga de Capernaúm. En Lucas 19:45, cómo Jesús entró en el Templo y expulsó a los comerciantes. ¡Okay! Now we’re talking!
Espérate. En Éxodo 3 y 4, Moisés discute con Dios, porque no quería ser profeta. También Jeremías (Jer.1:6, 20:7) Isaías (Isa.6) y Elías (1º Reyes 19:3-10). Un verdadero profeta, no uno que sufre del síndrome de profeta, piensa que Dios mejor enviara a otro: y no por miedoso, sino por considerarse descalificado o incapaz. Cada uno de ellos quería que Dios le confirmara antes de hablar.
En Marcos 3:5, dice que Jesús estaba entristecido por la dureza de sus corazones. Así es que un verdadero profeta, movido por el Espíritu de su Señor, primero es quebrantado: su corazón es todo menos endurecido. En Lucas 19, Jesús ciertamente hizo un látigo de cuerdas. Sólo cuatro versículos antes (19:41) Jesús lloró sobre Jerusalén. “Llorar” en ese versículo no es “derramar lágrimas” (dakrúo – Juan 11:35) sino “gemir, gritar, sollozar” (klaio). Jesús lloró sobre Jerusalén.
Creo que allí vemos el remedio para el síndrome del profeta.
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